En las décadas de los 60 y los 70,los golpes militares se hicieron algo común. Y la corporación militar en general eran quienes intervenían.
Con el crecimiento de la burocracia por parte de los ejércitos y el crecimiento de la economía esta situación se vio mucho mas fácil realizar.
Pero el intervencionismo militar no era totalmente injusto ni visto como un fenómeno autónomo ya que esto se daba directamente de la población civil.
Con el crecimiento de la burocracia por parte de los ejércitos y el crecimiento de la economía esta situación se vio mucho mas fácil realizar.
Pero el intervencionismo militar no era totalmente injusto ni visto como un fenómeno autónomo ya que esto se daba directamente de la población civil.
Si bien algunos golpes fueron impulsados desde Washington, lo más normal era que los golpistas
buscaran el visto bueno de la embajada norteamericana, antes de quebrar el orden
institucional, algo más frecuente que la participación abierta del Departamento
de Estado. Por este camino se esperaba obtener una mayor legitimidad y el
rápido reconocimiento internacional.
Los regímenes militares a partir de la segunda mitad de la década del 60 fueron conocidos como burocráticos-autoritarios. El Estado, controlado por los militares, buscaba completar la industrialización del país.
La alianza entre los militares y el poder económico, los militares pasaron a ocupar puestos clave en las empresas vinculadas con la defensa y la seguridad nacional.
Los gestores militares consideraban fincas particulares a esas empresas, que fueron un foco de conflicto permanente cuando a fines de los 80 y principios de los 90 el poder civil intentó privatizarlas. Al mismo tiempo, el control de esas empresas llevó a los militares a desarrollar un discurso nacionalista, proteccionista y estatista, en el que convergían con algunos movimientos populistas.
La Doctrina de la Seguridad Nacional es una teoría militar cuya aplicación supone la intervención constante y sistemática de las Fuerzas Armadas en la vida política. Al asumirse como los últimos garantes del orden constitucional, los militares se convierten en los árbitros de la situación y son los que deciden, unilateral mente, el momento más adecuado y las formas de su actuación. Por ello, en la lucha contra la guerrilla, y ante el grave peligro que la subversión supone para la Patria, cualquier método es válido, aunque se recurra a actuaciones ilegales. La norma será entonces la actuación de grupos paramilitares o para policiales, el secuestro, la tortura, el asesinato y la desaparición de personas, en definitiva, el terrorismo de Estado y la violación sistemática de los derechos humanos.
Desde mediados de la década de los
60, en los países del Cono Sur (Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay),
los militares comenzaron a elaborar doctrinas que justificaran sus continuas
intervenciones en la política interna y la creciente participación en la
represión de los movimientos populares (movimiento sindical y estudiantil,
partidos de izquierda, ese.). Los argumentos que justificaban la guerra interna
no conformaban un cuerpo de doctrina orgánica mente estructurado, sino un vago
conjunto de ideas, que admitía las más diversas interpretaciones. Esto se conoció
como Doctrina de la Seguridad Nacional, más fácil de identificar por sus
efectos represivos que por sus definiciones teóricas. En ella se privilegia el
concepto de guerra interna, que difiere del de guerra civil.
http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/contextos/3328.htm
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